lunes, 12 de diciembre de 2011

ENTENDER EL CEREBRO MASCULINO




LOUANN BRIZENDINE
DOCTORA EN MEDICINA,
NEUROPSIQUIATRA Y NEUROBIÓLOGA.
ES AUTORA DE LA OBRA DE GRAN ÉXITO
EL CEREBRO FEMENINO.
ESTE ARTÍCULO ESTÁ EXTRAÍDO
DE SU ÚLTIMO LIBRO
EL CEREBRO MASCULINO


Las mujeres suelen quejarse a menudo de que los hombres no comprenden las emociones, que no les interesan o, como mínimo, que no saben expresarlas. Los hombres por su parte, creen que las mujeres son demasiado emocionales. ¿Qué hay de cierto en todo esto? Estudios recientes aseguran que hay una razón biológica que explica esta diferencia, y que se encuentra en el cerebro.
Hasta muy recientemente, se creía que las diferencias en el modo de sentir y expresar las emociones entre hombres y mujeres se debían solo a la educación. Y, a decir verdad, el modo en que nos educan puede reforzar o inhibir ciertas partes de nuestra biología básica. Pero ahora sabemos que el procesamiento emocional del cerebro masculino difiere del femenino. Los estudios indican que el cerebro tiene dos sistemas emocionales que funcionan simultáneamente: el sistema neuronal especular (SNE) y el sistema de la unión témporo-parietal (UTP).
El SNE es una agrupación neuronal que forma parte del sistema límbico. Se trata de una parte autónoma del cerebro (como la amígdala, la hipófisis o el hipotálamo) de cuya existencia no se tuvo constancia hasta los años 90, cuando fue observado por un equipo de investigadores de la Universidad de Parma (Italia). El SNE se sitúa en la parte más profunda y central del cerebro. Es el sistema empático emocional del “siento lo mismo que sientes tu”, por eso las neuronas que componen este sistema son conocidas como “neuronas espejo”. A partir de la lectura de las expresiones faciales, la interpretación del tono de voz y otras pistas emocionales no verbales, el SNE permite sincronizar con las emociones de los demás. Y en el cerebro femenino es más amplio y se encuentra más activo.
El UTP, por su parte, se localiza en el área de unión del lóbulo temporal y parietal del cerebro, es decir, en la zona de la corteza que recubre las partes más profundas del cerebro. Es un buscador de soluciones que aúna los recursos del cerebro con el fin de resolver problemas inquietantes, teniendo en cuenta la perspectiva de las otras personas implicadas. Durante la interacción emocional interpersonal, esta zona se encuentra más activa en el cerebro masculino, se estimula más rápidamente y se apresura a buscar una solución más rápida y práctica.
Imaginemos a una pareja que conversa. La mujer está preocupada por un problema laboral, relativo al exceso de trabajo y a la falta de compañerismo, y el marido la escucha. Si pudiéramos escanear el cerebro de él mientras ella se queja y se echa a llorar, veríamos la activación de los dos sistemas de lectura de las emociones. Primero se activaría el SNE, que le permitiría sentir por un instante el mismo dolor emocional que ve en la cara de su esposa, lo que denominamos empatía emocional. A continuación veríamos activarse los circuitos cerebrales de análisis y búsqueda de soluciones al problema laboral, lo que se conoce como empatía cognitiva.
Los investigadores han descubierto que la UTP erige una nítida frontera entre las emociones del “yo” y las del “otro”. Esto impide que los procesos mentales del hombre se vean afectados por las emociones de los demás, lo que fortalece su capacidad de buscar cognitiva y analíticamente una solución. Es normal, por tanto, que el cerebro del marido pase por alto el tono desesperado de la voz de su esposa y su expresión dolorida, puesto que la UTP está buscando la solución a problema que ella plantea y el SNE ya no está activado. Una vez que encuentra la solución, se la expone a su mujer. Ella escuchará la respuesta analítica que le ofrece su esposo con el convencimiento de que éste, ni entiende su estado de ánimo ni le importa. Pero está equivocada.
A él sí le interesan las emociones de su mujer, lo que ocurre es que está atrapado en los circuitos cerebrales masculinos, de la misma manera que ella está atrapada en los femeninos. Por su parte el SNE del cerebro femenino malinterpreta la expresión facial impasible del marido. “Bueno, pero en la cara no se le nota que le importe”, suelen responder las mujeres en esta situación. Y eso tiene que ver con otra diferencia entre unos y otras, que es la forma de expresar lo que se siente. Desde la infancia, los hombres aprenden que la apariencia de frialdad y la ocultación de los miedos son las leyes tácitas de la masculinidad. Y para que un hombre consiga adoptar una pose de seguridad y fortaleza, debe entrenar los músculos faciales con el fin de ocultar el miedo.
Como los músculos faciales están controlados por los circuitos emocionales del cerebro, los científicos han hecho varios descubrimientos sobre las emociones al estudiar estos músculos. Colocaron electrodos en el músculo de la sonrisa, el cigomático de hombres y mujeres, así como en el músculo del enfado y el ceño, el corrugador. Los investigadores registraron la actividad eléctrica de los músculos mientras los participantes del estudio veían fotografías emocionalmente provocadoras. Para sorpresa de los científicos, los hombres, después de ver una cara emotiva durante 20 centésimas de segundo (tan fugazmente que era algo todavía inconsciente) eran más reactivos emocionalmente que las mujeres.
A medida que se desarrollaba el experimento, a los 2.5 segundos (bien entrado ya el procesamiento consciente), los músculos faciales de los hombres respondían menos emocionalmente que los de las mujeres. Los investigadores concluyeron que los hombres conscientemente (o al menos semiconsciente) inhibían la expresión facial de las emociones. En cambio, los músculos faciales de las mujeres reaccionaban más emocionalmente tras 2.5 segundos.
Según los investigadores, esto indica que los hombres se han entrenado, tal vez desde la misma infancia para disimular o desactivar automáticamente las emociones faciales. De hecho la cara de póquer de los hombres es uno de los motivos por los que las mujeres tienden a sentirse “emocionalmente incomprendidas”. Sin embargo, reservarse los sentimientos llega a ser algo automático para los hombres. Como ellos utilizan en más medida la UTP, no comprenden que las mujeres dediquen tanto tiempo a hablar de sus emociones en una espiral que, a menudo, intensifica su malestar.
Las hormonas sexuales pueden ser parcialmente responsables de estos distintos estilos emocionales: Los circuitos masculinos emplean más testosterona y vasopresina; los femeninos, más estrógenos y oxitocina. Se han investigado como reaccionan los cerebros cuando se les administran hormonas del otro sexo. Se ha descubierto que cuando los hombres reciben una sola dosis alta de oxitocina (una hormona que las mujeres fabrican en mayor cantidad, sobre todo al dar a luz y durante el periodo de lactancia), se incrementa su capacidad de interpretar empáticamente los sentimientos de los demás. En otro estudio independiente, los investigadores administraron a mujeres dosis altas de testosterona y observaron que se volvían mentalmente más analíticas y resolutivas durante un tiempo.
Lo que muchas mujeres critican de sus compañeros(“modo robot, actitud poco emotiva, falta de apoyo”) es, en realidad, consecuencia de una UTP bien ajustada, realzada con un nivel alto de testosterona. Y lo que muchos hombres critican de sus compañeras (“exceso de emotividad, incapacidad de pensamiento objetivo”) es consecuencia directa de un SNE funcional y de un elevado nivel de oxitocina.
Al final resulta que cada género tiene una función complementaria moldeada por millones de años de evolución. Se trata de un punto e partida que nos predispone a ciertos comportamientos, pero que no nos determina. De hecho el conocimiento de los entresijos del cerebro puede ayudar, tanto a hombres como a mujeres, a sentir más intimidad, compasión y valoración mutua. Una comprensión que puede ser el factor más importante para crear un auténtico equilibrio entre los sexos.